“EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL A JESÚS EN UN SAGRARIO, ABANDONADO”

A lo largo de los mensajes el Señor va señalando tareas a los que queremos vivir los mensajes. Nos ha señalado la tarea de difundirlos, sí, pero también supone esa vivencia entrar en una unión más estrecha con Jesús, con sus sentimientos: “Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús” (Flp 2,5). Jesús se siente solo en los Sagrarios. Se siente abandonado muchas veces. Nos olvidamos de que nos ama.

“Os pido compasión para mi pobre Corazón que sufre día a día la ignominia de este pueblo rebelde y malvado. ¿A quién odiáis? A vuestro Hacedor, a vuestro Salvador, a quien os ama desde el Sagrario, en un amor insondable y perdido.” (5 M)

Y vayamos más allá de la pura soledad afectiva que sufre su Corazón. Su soledad tiene también otras dimensiones que no podemos olvidar. Jesús se siente solo si no le imitamos, si no somos o siquiera nos parecemos a Él en su amor e intercesión por toda la Iglesia.

“Asistid a la Iglesia y honrad Mi Nombre; no os preocupéis del que dirán; venid a estar conmigo, acompañadme en el Sagrario donde os espero día y noche; no me dejéis sólo. ¡Siempre estoy sólo! Acompañadme con vuestro amor y oración, no sólo por vosotros, también por vuestros hermanos (1), por el Papa, por todos los que deben regir mi Iglesia Santa. No deis tanta importancia a las cosas de este mundo. Pedid a Mi Padre Santo por las cosas verdaderas que nunca terminarán: el amor entre los hombres, la paz en las familias y en Mi Iglesia, la unión de todos los cristianos para Mi Gloria y Mi alegría de ver reunidos en torno a Pedro a todos mis hijos.” (8 M)

Jesús es la pureza misma. La hostia blanca nos lo recuerda. Nos pide que seamos nosotros mismos una especie de Sagrario limpio para recibirle a Él en gracia:

“Recibid la comunión en gracia, limpiad vuestra alma para recibir al Dios del Cielo, no me hagáis sufrir más” (10 M)

Una de las condiciones para estar en comunión verdadera con Su Persona es no avergonzarnos de Él:

“No te avergüences nunca de quien te dio la vida, de quien te ama día y noche, de quien por ti está en el Sagrario.” (10 M)

Pero no sólo no le agrada al Señor que nos quedemos al margen por vergüenza. Debemos dar testimonio haciéndonos presentes ante los Sagrarios con la debida humildad – pues lo “humilde no quita lo valiente” – y llevar en las palmas de la oración su Palabra desde los Sagrarios a todos para que se conviertan:

“Velad Mis Sagrarios donde Yo estoy para estar con vosotros, no me dejéis solo, ayudad a la Iglesia en sus necesidades, en la mayor necesidad: la de “la conversión de sus hijos” ” (10 M)

Si no aprovechamos esta oportunidad última que se nos da en este año de gracia, para convertirnos nosotros y llevar Su Luz a todos los demás, lamentaremos eternamente no haber sacado todo el partido de la Eucaristía cuando la tenemos tan al alcance. El Anticristo no permitirá que uno secunde los planes de Dios.

“Acudid a Mí, hijos, acudid a Mí. Yo os espero. No siempre estaré con vosotros; entended, leed las Escrituras y entended; vendrán días en que me buscaréis y ya no estaré, porque el príncipe de este mundo suprimirá el Sacrificio del Altar (2)” (8 M, fin)

Y he aquí el plan que Dios tiene para nosotros. Frente al abandono en los Sagrarios, asumir el compromiso de ir a visitarle al menos espiritualmente estando unidos a Él desde la casa o cualquier otro sitio. Otra posibilidad nada desdeñable: Dos personas diferentes me contaban que habían ido a visitar a Jesús en una Iglesia y se habían encontrado las puertas cerradas. Entonces acudieron providencialmente a personas que, en uno y otro caso, les abrieron las puertas gustosísimos. En consecuencia, el compromiso de ir a visitar al Señor en Iglesias con puertas cerradas. No siempre, por desgracia, se abrirán. Pero allí nos espera el Señor a la puerta, como hace Él, a la puerta de nuestra alma, cerrada tantas veces. El tema es que “por seguridad” el Señor está solo. Esto es casi inevitable, dados los actos de vandalismo. Pero ante nuestra poca disposición a evitar con nuestra presencia tales actos, algunos párrocos han abierto una ventana o mirilla desde la que se ve el Sagrario y se le puede adorar desde esa mirilla de la puerta, aunque permanezca cerrada. El Señor desea que realicemos:

“El acompañamiento espiritual a Jesús en un Sagrario, abandonado” Durante el día, unos minutos, y algo más si es posible, adorando y amando al Señor en un Sagrario donde está solo. Cuántos más momentos de oración hagamos, más acompañaremos a Jesús.

Y como broche de todo lo anterior, una ayuda y sello de identidad de los adoradores a distancia o con las puertas cerradas en donde Jesús se lamenta: “Siempre estoy solo” de día y de noche:

Oración:

“Oh Jesús mío, me uno a Ti en la soledad de Tu Sagrario y hago mío Tu Silencio y Tu Dolor por el abandono en el que te hemos dejado. Que yo sea Tu alegría y Tu compañía”

“Después rezar a Jesús Sacramentado”

(Mensaje a Isabel, al margen de los días siete, para todos los que queremos vivir los mensajes).

El sacerdote director espiritual de Isabel.

 

 

(1) I Tes 5, 17 y 25

(2) Dan 8, 11 ; Dan 9, 27 ; Dan 11, 31 ; Dan 12, 11